Me gusta considerarme parte de esta parcela a la que llamamos tierra.
Parcela que me encanta recorrer en moto, aunque en el fondo sigo siendo ese niño, algo rebelde para los estudios que soñaba con viajar a países lejanos en clase de matemáticas y que dibujaba arco-iris en los libros de lengua.
Ese chiquillo rebelde que se escapaba soñando en horas de clase, ahora peina canas y usa un cuerpo algo más gastado a causa de los años transcurridos pero mantiene firme la creencia que hay que disfrutar de todo lo que la vida nos regala.